Irreconciliable 2019

Antonio Lucas

(Madrid, 28 de diciembre de 1975) es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Redactor de Cultura y articulista del diario El Mundo. Además colabora también con RNE en el programa ‘Gente despierta’ (Radio 1) y en el programa ‘Más de Uno’ (Carlos Alsina) y ‘La Brújula’, ambos de Onda Cero. Su trayectoria poética se despliega en los libros ‘Antes del mundo’ (1996, accésit del Premio Adonais, Madrid, Rialp), ‘Lucernario’ (1999, premio Ojo Crítico de Poesía 2000), ‘Las Máscaras’ (2004), ‘Los mundos contrarios’ (2009, Premio Internacional Ciudad de Melilla) y ‘Los desengaños’ (2014, Premio Loewe). Asimismo, en 2015 la editorial Visor publicó su poesía reunida con el título ‘Fuera de sitio. Poesía 1995-2015’. También tiene distintas publicaciones sobre arte donde destacan los títulos ‘Soledad Lorenzo, una vida en el arte’ (2014), ‘Manolo Valdés: esculturas’ (2012), así como distintos textos para catálogos de artistas como José María Sicilia, José Manuel Ballester y David Rodríguez Caballero, entre otros. En el ámbito de la narrativa y el periodismo tiene publicado un libro de perfiles literarios de algunos creadores esenciales de la cultura de los siglos XIX y XX reunidos bajo el título de ‘Vidas de santos’ (Círculo de Tiza, 2015). Y en el terreno del ensayo en 2017 publicó dos volúmenes: ‘Poesía’, una reflexión crítica de la escritura, editado por la Fundación Juan March (Madrid) y ‘Periodismo y literatura’, publicado por la Fundación Antonio Pereira (León).

ISLA DEL EGEO

 

Folegandros, Grecia

 

De aquí aprendimos todo.

A ahogarnos muy despacio,

a lavar tanta tristeza.

A contar en hexámetros de luz,

a confundir héroes con dioses. 

De todos los objetos inútiles que amamos,

la isla es lo más frágil.

Porque es ceniza sin remedio.

Porque es el único milagro que no tiene testigos.

Porque es morir hasta la muerte el darse allí refugio 

o ser el último arancel

que tiene por divisa la locura.

 

Con precisión y nervios, 

con asombro de verdugo,

con alegría de melena,

hay un hombre dispuesto a ser llovido,

un hombre sin música ni estatua,

un hombre inútilmente festejado.

En él me reconozco con mi piel, mi fuselaje, mi pañuelo,

mi callado proceder de feria.

 

Un hombre que se hunde, que es tiempo y dividendo,

y sabe que el Derecho nos traiciona.

Que somos europeos muy despacio.

Que somos un trajín de carne impura.

Que el hombre sobre todo es su miseria.

Y a veces la venganza de un cansancio.

Y siempre es el testigo de ese instante 

en que una isla multiplica la extrañeza.